El Informe 2013 del programa de la ONU para el Medio Ambiente (Pnuma), advierte que la degradación de suelo podría alcanzar las 900 millones de hectáreas en 35 años, una superficie similar al tamaño de Brasil. Se entiende por degradación los terrenos que pierden sus propiedades de retención de agua, por lo cual no son recuperables para la actividad agrícola, reduciendo la más básica fuente alimentaria.
La erosión acelerada, la salinización y la contaminación química son algunos factores, además del aumento de la desertificación en zonas semiáridas. Sólo este último factor compromete la fuente alimentaria de mil millones de personas en zonas de África y Asia.
El fenómeno, una de las consecuencias del cambio climático, es visto con cautela por distintos organismos. Jan Van Wambeke, Oficial de Desarrollo de Tierra y Agua de la FAO para América Latina y el Caribe, señala que en la región hay un riesgo sobre un cuarto del territorio continental.
“América Latina se encuentra con un 26% de sus tierras cultivables en mal estado, degradación en diferentes intensidades, resultado de la erosión, el máximo fenómeno en el continente, junto con la salinización, una consecuencia del riego mal aplicado o con agua de mala calidad”, dijo.
En Chile, la crisis hídrica es un problema que en el norte tiene a pueblos durante años sin acceso a agua potable, en paralelo con la demanda de la gran minería.
A juicio de Van Wambeke, el uso industrial incide en la calidad de suelo para uso agrícola: “De la necesidad de aumentar la productividad, aceleran los procesos de degradación en áreas que son vulnerables. La minería no es factor, pero los desechos de la minería, y el uso de agua, tiene un efecto nefasto a través de la contaminación química que produce”.
Walter Pengue, doctor en agroecología y co-autor del informe, señala a RFI una dicotomía entre el trabajo de recuperación de tierras y la industrialización de áreas agrícolas en el hemisferio sur. “Una parte del mundo está haciendo los deberes o ajustes necesarios, y otra parte sufre la presión en términos de recursos. Lo que se puede ver es que hay una mejora en la postura ambiental y uso de tierra en países desarrollados, pero una disminución de recursos o expansión de áreas agrícolas en vías de desarrollo”, indicó.
En términos alimentarios, el experto señala que la ganadería debe ceder ante el cultivo de cereales, ya que así aumenta el número de beneficiados según la producción por metro cuadrado, además de permitir un trabajo de recuperación de suelo.
Pengue indicó que “lo más serio que enfrentamos es pautas de consumo irracional de una buena parte del mundo. Avanzar a dietas pensando en la ganadería, consumidos en exceso, genera presión sobre la tierra y la producción. Animales alimentados con pasturas, estas con tierra que puede ser ocupada en producción de granos, alimento para una mayor número de la población”.
Los expertos subrayan los riesgos de un modelo de monocultivo arriesgando la superficie, con casos como Brasil o Argentina, hoy con una fuerte dependencia de la industria de soya.
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