La advertencia de Fukushima: una lección para el resto del mundo
17 DE ENERO DE 2014
La advertencia de Fukushima: una lección para el
resto del mundo
Amy Goodman y Denis Moynihan
Desde Tokio.- "Escribo estas palabras de la forma más objetiva
posible, con la esperanza de que sirvan de advertencia al mundo", escribió
el periodista Wilfred Burchett desde Hiroshima. Su artículo titulado "La
plaga atómica" fue publicado el 5 de septiembre de 1945 en el periódico
London Daily Express. Burchett logró evitar el bloqueo militar estadounidense
de Hiroshima y fue el primer periodista occidental que visitó la devastada
ciudad. Escribió en aquel entonces: "Hiroshima no se parece a una ciudad
bombardeada. Es como si una aplanadora gigante le hubiese pasado por encima y
la hubiera aplastado hasta hacerla desaparecer".
Viajemos 66 años en el tiempo, hasta el 11 de marzo de 2011, y
situémonos a casi 1.000 km. al norte de Hiroshima, en la ciudad de Fukushima,
tras el gran terremoto que sacudió el este de Japón y provocó un tsunami ese
día. Como sabemos ahora, el impacto inicial que dejó 19.000 muertos y
desaparecidos fue apenas el comienzo. Lo que empezó como un desastre natural se
convirtió rápidamente en un desastre provocado por el hombre, después de que,
uno tras otro, fallaran los sistemas de la planta de energía nuclear Fukushima
Daiichi. Tres de los seis reactores colapsaron y comenzaron a liberar radiación
a la atmósfera y el océano.
Tres años más tarde, Japón aún sufre los efectos del desastre. Más de
340.000 personas se convirtieron en refugiados nucleares, y se vieron obligadas
a abandonar sus hogares y su sustento. El realizador cinematográfico Atsushi
Funahashi dirigió el documental "Nación nuclear: la historia de los
refugiados de Fukushima". En la película, Funahashi sigue a los refugiados
de la localidad de Futaba, donde se encuentra la central nuclear Fukushima
Daiichi, en el año posterior a la catástrofe. El Gobierno reubicó a las
personas que vivían en Futaba en una escuela abandonada cerca de Tokio, donde
viven hacinadas, deben compartir áreas comunes, varias familias deben vivir en
una misma habitación y reciben alimentos en caja tres veces al día. Le pregunté
a Funahashi qué perspectivas de futuro tienen esas 1.400 personas. "No
muchas, realmente. Lo único que dice el Gobierno es que durante al menos seis
años después del accidente no podrán regresar a su ciudad".
A los refugiados les otorgaron permisos para regresar a sus hogares para
recolectar sus efectos personales, pero tan solo durante dos horas. Al igual
que Wilfred Burchett, Funahashi tuvo que infringir la prohibición del Gobierno
de viajar a las zonas devastadas por el accidente nuclear para poder capturar
con su cámara los momentos dolorosos del regreso al hogar de una de las
familias de Futaba. Funahashi me contó que la familia le dio uno de los cuatro
permisos que tenía para poder viajar: "Intenté negociar con el Gobierno,
pero no me dieron permiso para ingresar. Ningún periodista independiente ni
documentalista obtuvo permiso para ingresar a la zona, pero yo me llevaba muy
bien con esta familia de Futaba. Me dijeron: ’Está bien, tal vez regresemos
allí. Nos dieron cuatro permisos y solo utilizaremos dos, entonces, ¿por qué no
vamos juntos?" y Funahashi viajó con la familia.
La negativa del Gobierno japonés a otorgarle el permiso a Funahashi
refleja otro grave problema que ha surgido desde que ocurrió el terremoto: el
secretismo. El Primer Ministro conservador de Japón, Shinzo Abe, promulgó una
controvertida ley de secretos de Estado en diciembre del año pasado. En Tokio,
el profesor de la Universidad de Sophia Koichi Nakano sostiene acerca de la
nueva ley: "Por supuesto, la ley concierne fundamentalmente asuntos de
seguridad y medidas antiterroristas. Pero, cuando cambiaron los parámetros, se
hizo cada vez más evidente que la interpretación de lo que realmente constituye
un secreto de Estado puede ser algo muy arbitrario, que los líderes de los
Gobiernos definen con bastante libertad. Por ejemplo, la ley permite la vigilancia,
sin su conocimiento, de los movimientos ciudadanos que se oponen a la energía
nuclear, además del posible arresto de sus miembros".
Desde que ocurrió el desastre nuclear, ha surgido un fuerte movimiento
de base que reclama el desmantelamiento de todas las plantas nucleares de
Japón. Quien era Primer Ministro en el momento del terremoto, Naoto Kan,
explicó cómo cambió su posición sobre la energía nuclear:
"Mi posición antes del 11 de marzo de 2011 era que mientras nos
aseguráramos de que funcionaran en forma segura, las plantas nucleares podían y
debían existir. Sin embargo, tras haber vivido el desastre del 11 de marzo,
cambié radicalmente de opinión. Los accidentes, como un accidente de avión,
pueden ocurrir. Y, a veces, cientos de personas mueren en un accidente, pero
ningún otro accidente o desastre podría afectar a 50 millones de personas. Tal
vez una guerra, pero no hay un accidente similar que pueda provocar tal
tragedia".
El actual Primer Ministro, Shinzo Abe, líder del Gobierno japonés más
conservador desde la Segunda Guerra Mundial, quiere reactivar las plantas
nucleares de Japón, a pesar de la fuerte oposición pública. En Tokio, las
personas se manifiestan a diario frente a la residencia oficial de Abe.
Sentado entre los escombros de Hiroshima en 1945, el periodista
independiente Wilfred Burchett escribió: "Uno se queda con una sensación
de vacío en el estómago tras ver una devastación de tal magnitud provocada por
el hombre". Los dos ataques con bombas atómicas de Estados Unidos contra
la población civil de Hiroshima y Nagasaki siguen teniendo graves efectos en la
sociedad japonesa hasta el día de hoy. Del mismo modo, el triple desastre del
terremoto, el tsunami y el actual desastre nuclear afectará a varias
generaciones. La peligrosa trayectoria que va de las armas nucleares a la
energía nuclear está siendo cuestionada por un creciente movimiento popular que
reclama paz y sustentabilidad. Y es una lección para el resto del mundo.
© 2014 Amy Goodman
Texto en inglés traducido por
Mercedes Camps. Edición: María Eva Blotta y Democracy Now! en
español, spanish@democracynow.org
Amy Goodman es la conductora de Democracy Now!, un noticiero
internacional que se emite diariamente en más de 750 emisoras de radio y
televisión en inglés y en más de 450 en español. Es co-autora del libro
"Los que luchan contra el sistema: Héroes ordinarios en tiempos
extraordinarios en Estados Unidos", editado por Le Monde Diplomatique Cono
Sur.
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