Alerta alimentaria: La otra cara del salmón

Posted by Socialismo Revolucionario on jueves, mayo 16, 2013


Alerta alimentaria: La otra cara del salmón

La producción de salmones provenientes de Chile se encuentra hoy en la mira de las autoridades sanitarias, los consumidores y las cadenas de comercialización en países europeos. En este reportaje de revista Somos, entérese sobre las razones de este alerta.


Fuente: Somos
El salmón es vendido como un alimento sano por su alto contenido en proteínas y ácidos grasos omega-3, y unos de sus beneficios es el de reducir los riegos de padecer enfermedades cardiovasculares. Sin embargo, el salmón que llega a nuestras mesas y que se sirve en los restaurantes del país no es un pez silvestre, sino que proviene de un criadero industrial.
Allí, el hacinamiento en las balsas jaula hace que los peces sean muy vulnerables a diversas enfermedades y, para evitar las pérdidas económicas que supondría una elevada mortalidad, la industria del cultivo intensivo del salmón en Chile administra de forma indiscriminada antibióticos y diversas sustancias químicas, con el consiguiente impacto en la salud pública y en el medioambiente marino. A pesar de ello, entre el 20 y 50% de la producción muere por enfermedades.
En Chile las cifras son alarmantes. Esta industria transnacional exportadora de alimentos utiliza altas cantidades de antibióticos, pesticidas y otros químicos, además de colorantes. El 2012 usó 337,99 toneladas de diversos agentes antibacterianos, un 63,4% más que el año anterior, según cifras del Servicio Nacional de Pesca (Sernapesca).
La salmonicultura es el cuarto sector exportador del país, y cuenta con un largo historial de conflictos relacionados con la seguridad alimentaria, al detectarse en los mercados internacionales cargamentos contaminados con residuos de antibióticos y otros químicos. Ello deja en evidencia el insuficiente sistema de control de la inocuidad de los alimentos.
Al analizar sus indicadores, esta megaindustria exportadora transnacional evidencia en Chile los menores costos de producción y los más deficientes estándares ambientales, sanitarios y laborales a nivel global. Esto, pese a que las empresas transnacionales que operan en nuestro país están obligadas a cumplir con las recomendaciones y estándares sanitarios internacionales, junto a las directrices de la OCDE y los convenios y normas de Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Uso indiscriminado de antibióticos

A cinco años de la peor crisis sanitaria y ambiental de la industria del salmón, consecuencia de la introducción desde Noruega del virus de la anemia infecciosa del salmón (ISA por sus siglas en inglés), que dejó a 26 mil trabajadores cesantes en Puerto Montt y el archipiélago de Chiloé y pérdidas por 5.000 millones de dólares, la salmonicultura industrial ha vuelto a sus volúmenes históricos de exportación, produciendo 488.124 toneladas netas de salmones y truchas por un valor de 2.890 millones de dólares, lo cual ha ido de la mano de un aumento histórico del 63,4% en el empleo de antibióticos al compararse con el año anterior.
Para Sandra Bravo, investigadora del Instituto de Acuicultura de la Universidad Austral de Chile (UACH), el uso de 337,99 toneladas de agentes antibacterianos registrado el año pasado indica que “algo se está haciendo mal nuevamente. La implementación de regulaciones más estrictas y el aumento en los costos de producción en medidas de bioseguridad en la industria del salmón no han sido suficientes para el control sanitario y ambiental (…) Al calcular la cantidad de kilos de droga pura que se utilizan por toneladas de salmón cosechado, se registró un significativo aumento del 23,5% con respecto al año 2011”.
El salmón atlántico fue la especie con la mayor participación en el uso de antibióticos (62%), seguida por la trucha arcoiris (30%) y el salmón coho (8%). El florfenicol fue el agente antibacteriano más frecuentemente utilizado (54%), luego la oxitetracilina (43%), a la que siguen la amoxicilina, la flumequina y la eritromicina, con un 1% cada una.
En cuanto a los patógenos que originaron la utilización de estos antibióticos, el reporte del Sernapesca indica que el 82% de los productos antibacterianos fueron usados contra el síndrome rickettsial del salmón (SRS), un 7% contra la enfermedad bacteriana del riñón o renibacteriosis (BKD), un 5% contra flavobacterium y el 4% restante contra la flexibacteriosis. En contraste con la situación ocurrida el 2011, la región de Aysén presentó el mayor consumo de antimicrobianos (52%) de los casos, seguida de la región de Los Lagos (43%).
Según la Dra. Bravo, son varios los factores que pueden incidir para que la industria del salmón enfrente una nueva crisis sanitaria y ambiental. “Cuando hay un aumento de la droga pura por tonelada de salmón cosechado, se debe poner atención, ya que puede ser un indicador de que los tratamientos no están siendo efectivos frente a los cuadros de rickettsia”. La industria usa vacunas, pero igual se producen brotes, por lo que sigue aplicando antibióticos. “La alta concentración de centros de cultivos contribuye a que existan más probabilidades a que se desarrollen brotes”, advierte la investigadora.
Salmones que se comercializan en Angelmó, Puerto Montt. (Fotografía: gentileza Sandra Bravo)

Una bala perdida

Guillermo Figueroa, Jefe del Laboratorio de Microbiología y Probióticos del Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos (INTA) de la Universidad de Chile, afirma que “el aumento exponencial del 63,4 % de uso de antibióticos en la salmonicultura está asociado a la desesperación de la industria al ver enfrentada su producción a infecciones para las cuales no encuentra tratamiento adecuado. Las empresas suministran antibióticos en gran cantidad y, al no haber los resultados esperados, continúan aumentando las dosis”.
El académico explica que cuando se selecciona antibióticos, hay que hacerlo muy cuidadosamente y, desde luego preocuparse de los impactos ecológicos: “Al depositar grandes cantidades de antibióticos en el agua, estos se dirigen hacia todos los seres vivos presentes y, por lo tanto, genera problemas de resistencia, y los antibióticos dejan de funcionar. Con esta aplicación indiscriminada, el suministro de antibióticos no es la bala mágica como se pretendía cuando estos se descubrieron, sino que es una bala perdida que dispara para muchas partes y, desgraciadamente, eso no resuelve sino que, por el contrario, contribuye a aumentar el problema”.
El Director del Centro Ecoceanos, el médico veterinario Juan Carlos Cárdenas, asegura que el empleo intensivo de antibióticos es la punta del iceberg de las malas prácticas de la industria del salmón en Chile, y agrega que “es una potencial bomba de tiempo en relación con la salud pública, el medio ambiente marino y la seguridad de los consumidores y de los propios trabajadores de la industria”. Esta es una realidad dramática en el caso del empleo indiscriminado de las quinolonas, última barrera en la lucha contra la resistencia bacteriana en la medicina humana. Es por ello que la Organización Mundial de la Salud ha alertado y solicitado a los gobiernos no permitir el uso masivo de este tipo de antibióticos en la producción animal intensiva.
Un estudio del Instituto de Farmacia de la Universidad Austral de Chile, publicado en 2008, que analizó salmones de supermercados y ferias de ciudades del sur del país, detectó residuos de antibióticos de última generación, ácido oxolínico y flumequina, cuya prescripción en la salud humana está regulada. En Estados Unidos la administración de uno de ellos está prohibida en salmonicultura. Además, el informe, pese a que registra que los niveles están por bajo la norma chilena, pone en evidencia que los chilenos al comer salmón también estarían ingiriendo antimicrobianos y aumentando el riesgo de generar resistencia bacteriana a estos fármacos.
La industria transnacional exportadora de alimentos utiliza altas cantidades de antibióticos, pesticidas y otros químicos, además de colorantes.

Depredación de recursos

El biólogo marino Eduardo Tarifeño Silva, de la Sociedad Chilena de Ciencias del Mar, asegura que “se conoce que en la producción de salmones, el ítem de costo más relevante es el gasto en alimentación que se debe hacer para suplir los requerimientos energéticos de estos peces. No se conocen las cifras con exactitud, dado que cada productor hace reserva de esta información, que está en directa relación con la eficiencia del cultivo, entendida como lograr el máximo de producción con el menor costo”.
Guillermo Figueroa, jefe del Labora- torio de Microbiología y Probióticos del Instituto de Nutrición y Tecnolo- gía de los Alimentos (INTA)
Según diversas publicaciones, para producir un kilo de salmón se ocupan cerca de 10 kilos de peces silvestres, preferentemente sardinas, jureles y anchovetas, los que son extraídos del mar chileno. De esta forma, la salmonicultura chilena despoja a los pueblos del país de su mayor fuente de proteínas. Se trata de una actividad comercial insustentable ambientalmente, pues depende de la depredación de los recursos pesqueros y de la consiguiente extinción de una cultura como lo es la pesca artesanal.
Para Tarifeño, en los planes de producción, se considera generalmente que se debe proveer diariamente alimento equivalente al 3% de la biomasa de peces por alimentar y que alrededor del 30% de este alimento no es consumido por los salmones, dado que los pellets de alimento no alcanzan a ser capturados antes que caigan al fondo de las jaulas y queden fuera de acceso de los peces. En los sedimentos bajo las jaulas, los pellets no consumidos por los salmones entran en degradación y oxidación de su contenido de materia orgánica induciendo el desarrollo de condiciones anóxicas y liberación de los aportes vitamínicos y antibióticos que generalmente contienen.
Chile no cuenta con un programa de vigilancia epidemiológica sobre residuos de antibióticos, plaguicidas y otros químicos en el medioambiente y áreas de cultivo de salmón. No obstante, hay estudio que confirman que peces silvestres que viven alrededor de los recintos de acuicultura y que son consumidos por humanos ingieren alimento preparado para el salmón, el cual está medicinado con antibióticos u otros fármacos que pasan a la carne de estos peces y permanecen en ella en cantidades detectables.

¿Chile, potencia alimentaria?

Sandra Bravo, investigadora del Insti- tuto de Acuicultura de la Universidad Austral de Chile (UACH)
Chile aspira a convertirse en potencia alimentaria. Para ubicarse dentro de los primeros diez países exportadores de alimentos en el mundo, necesitaría implementar un programa de control de residuos en la matriz alimentaria. Es decir que haya un mínimo de muestras por empresa que demuestre que no están presentes los residuos de antibióticos.
En este sentido es fundamental potenciar la Agencia Chilena para la Calidad e Inocuidad Alimentaria (ACHIPIA) creada en el Gobierno de Michelle Bachelet.
En la nueva normativa que se acaba de aprobar en Estados Unidos y la Unión Europea, en lo que se refiere al control de inocuidad de los alimentos son las empresas las que deben realizar y financiar el control de calidad de las matrices alimentarias. El Estado se reserva el rol de controlar los resultados recogidos por cada empresa, como el sistema HACCP (Sistema de Análisis de Peligros y Puntos Críticos de Control), que opera desde hace 10 años en el sector pesquero en Chile.

¿Inocuo o dañino?

Juan Carlos Cárdenas, director del Centro Ecocea- nos. (Fotografía: Isabel Díaz Medina)
Los mercados de los países desarrollados son estrictos respecto a los límites máximos residuales de antibióticos en el salmón. Pero en Chile no existe información disponible para los consumidores respecto al tipo de antibióticos o químicos empleados en la salmonicultura, ni en la producción de carnes de pollo, vacuno, cerdo y pescados.
Con todos estos antecedentes, ¿podemos asegurar que el salmón de cultivo industrial que consumimos en Chile es inocuo?
Sandra Bravo, de la UACH, responde: “Si los estándares aplicados por las empresas en Chile son los mismos aplicados en el exterior, sí. Sin embargo, es importante que la inocuidad alimentaria también sea controlada en zonas de ventas, como Angelmó por ejemplo, donde no existe trazabilidad del origen del salmón comercializado”.
Guillermo Figueroa, del INTA, manifiesta al respecto: “Cuando un producto se exporta, las probabilidades de que sea analizado en los países compradores son bajas (10%). Lo que corresponde es que los productos sean controlados adecuadamente en el país exportador. En Chile no podemos saber si desde el punto de vista de la presencia de residuos de antibióticos el salmón es o no inocuo. No tenemos esa información, y son las empresas las que tienen que recogerla y transparentarla a la población”