Ébola, el nuevo negocio de las farmacéuticas
La Jornada, México. 17 de agosto de 2014 Marcos Roitman Rosenmann
Mientras el virus ha tenido fronteras, allá en África, ese inframundo
habitado por parias, el orden de las cosas sigue su cauce. Los muertos no
contaban, salvo aquellos pertenecientes a organizaciones religiosas,
misioneros, médicos, enfermeras y personal auxiliar de organizaciones
humanitarias, de piel blanca, trasplantados al, eufemísticamente apodado,
continente negro. Mucha víctimas del Ébola u otras enfermedades infeccionas han
pasado a la categoría de Santos y mártires. Religiosos
altruistas que dan su vida por ayudar al desvalido. Una manera como cualquier
otra de salvar el alma y redimir el sentimiento de culpa propio de pecadores.
Igualmente, médicos, deportistas, actores y gente de la farándula hacen campaña
para apadrinar un niño, construir una escuela o levantar un hospital. África es
un buen lugar dónde practicar la condición de buen samaritano. Inclusive,
Naciones Unidas tiene sus embajadores, gente de bien al servicio de
causas humanitarias. Acciones que ennoblecen y reivindican alhomo sapiens, sapiens,
como seres reflexivos y conscientes, dolosos con la desgracia ajena, al decir
de Adam Smith.
¿Algo habrá que hacer ante las
hambrunas, falta de escuelas, hospitales, desastres naturales y enfermedades
que asuelan África? Mil cosas, desde campañas de concientización en medios de
comunicación hasta bonos solidarios ubicados estratégicamente en las cajas
registradoras de supermercados y grandes superficies que nos recuerdan la
necesidad de misericordia con los pobres y desheredados de la tierra. Sin
olvidarnos de las órdenes religiosas que se esmeran en recoger alimentos,
medicamentos y donaciones para ampliar su labor evangelizadora. Comparte tu
riqueza con un pobre, Dios te recompensará en el cielo, pero antes pasa por
caja, la Iglesia te lo agradece. Sólo un dato: la orden San Juan de Dios, a la
cual pertenecía el sacerdote español repatriado de Liberia y contagiado de
ébola, contaba en 2011 para su filial, Orden Hospitalaria San Juan de Dios, con
12 millones de euros en productos financieros de deuda pública del tesoro
español y capitales de riesgo y 1.16 millones de euros en renta fija del Banco de
Santander. Todo un detalle, teniendo en cuenta que el medio millón de euros,
que dice el gobierno ha costado el traslado a Madrid, será sufragado
íntegramente por el Estado. De esta forma se cierra un capítulo más de la
connivencia entre Iglesia y Estado.
Eso sí, mientras nos congratulamos del operativo humanitario,
en Estados Unidos el ejército anuncia poseer un fármaco secreto llamado Zmapp
como respuesta al virus del ébola. Dicho anuncio coincide con los traslados del
médico Kent Brantly y la cooperante Nancy Writebol, afectados por el virus, al
centro de enfermedades infecciosas de Atlanta, el más completo en el mundo para
su tratamiento. Mientras tanto, el religioso español Miguel Pajares es
repatriado a un hospital de Madrid, desmantelado, que no cuenta con medios,
pero sí con el fármaco, enviadogentilmente por el ejército
estadunidense para ser administrado como paliativo. En ambos casos se da vía
libre para experimentar en humanos. Ahora, tras la muerte del sacerdote español
Miguel Pajares, el Comité de Ética de la Organización Mundial de la Salud
aprueba el uso experimental del fármaco en África como opción para el
tratamiento o prevención, aunque no se conozcan sus efectos secundarios y su
eficacia no esté comprobada. Pero, oh casualidad, el fármaco está agotado....
Utilizar el Zmapp en los países
afectados por el virus del ébola amplía la población sobre la cual
experimentar, pero sobre todo facilita a sus dueños el control, a pie de campo,
de los posibles efectos secundarios, convirtiendo a África en un laboratorio al
aire libre. Por el momento el brote actual ha causado la muerte de más de mil
personas, situando la tasa de mortalidad entre 25 y 90 por ciento de los
infectados. Pero nos olvidamos que los países afectados forman parte del tercer
mundo, donde se desarrolla la venta de armas, la extracción de materias primas
y el comercio ilegal de diamantes o animales exóticos por auténticas mafias y
empresas trasnacionales, donde los gobiernos hacen la vista gorda. No hay nada
mejor que una espléndida pandemia vírica para aumentar beneficios.
Sirva como recordatorio que África, sus
gentes y sus riquezas han sido explotadas por potencias e imperios en nombre
del progreso y la civilización occidental. Bélgica, Holanda o Gran Bretaña. Sin
olvidarnos de Francia, España, Portugal, Alemania o Italia. Desde el siglo XVI,
hombres, mujeres y niños fueron capturados, encadenados y transportados a
Europa y América, vendidos como esclavos. Reyes, cortesanos y burgueses
amasaron sus fortunas potenciando el comercio de carne humana. Igualmente
expropiaron sus territorios y establecieron sus lindes para monocultivos,
plantaciones de caucho, cacao, azúcar y cuanta materia prima fuese capaz de
generar ganancias. Asimismo, el marfil, las pieles y los trofeos de caza fueron
lucidos en las mansiones de Londres, Ámsterdam, París, Bruselas, Brujas, Roma o
Hamburgo.
Hoy Europa le cierra las puertas. Antes
los importaban como mercancía, hoy los expulsan como seres humanos. Pateras
atestadas de jóvenes africanos, atraídos por las sociedades opulentas, dejan su
vida en el mar por un sueño imposible. Son miles los africanos muertos en las
aguas que bañan las costas de España y Italia o ven cómo se les reprime cuando
tratan de saltar las alambradas de Melilla. El ébola es un argumento más para
cerrar puertas y, de paso, seguir obteniendo beneficios económicos en nombre
del progreso. El ébola es una bendición para las empresas farmacológicas.
Además lo sufren africanos, no la gente civilizada. Una verdadera ventaja.
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